El
niño y su caballo blanco
Una
ciudad tras otra, construidas en la arena
Con
puertas y salidas vedadas
Caminos
sin recuerdos o sonidos
Un
viaje interminable
A la
estación constante y desierta
Destruida
por el olvido.
Soy
otro que se busca
Otro
irreconocible
Contando
el tiempo perdido en la arena
En
el golpe oceánico y roca demolida
En
el silencio de la flor matutina, del cactus alado
Recolector
de niebla potable.
El
corazón cambia
Desnudo
sobre el mar se enfría la rabia permanente.
Emigramos
por fin, con la cara desfigurada y el
dolor del cuerpo
Por
fin en el camino como una bandera roja, quemando la morada.
Dejamos
a la madre para buscar el padre.
Suspira
una pereza oscura en una cajita de coral.
La
intuición abierta en el pecho florece los girasoles del ovario seco
En
la fundación silente entre penumbras
De
un sol que marcha en un caballo blanco
Sobre
un niño lleno de hormigas.
Hernan Casr