Montaña y Arbol

Poesía, Cuentos, Arte y Literatura

jueves, septiembre 15, 2011

MITO DE CIBELES - LUCRECIO


MITO DE CIBELES (libro segundo, "De la naturaleza de las cosas")

Razón por qué ella sola fué llamada
La gran madre de dioses y animales,
Criadora también de nuestro cuerpo:
Los antiguos poetas doctos griegos
La cantaron subida sobre un carro,
Dos leones uncidos agitando;
Dándonos a entender que en el espacio
La tierra suspendida, no podía
Tener rnás firme base que a sí misma:
Y las fieras al yugo sujetaron,
Porque los beneficios de los padres
Deben triunfar aun de los fieros hijos;
De corona mural la rodearon,
Porque de plazas fuertes y ciudades
Toda la redondez está cubierta:
Y al presente ciñendo esta diadema,
Con terror de los pueblos paseada
La imagen es de la divina madre:
Varias gentes la llaman madre Idea,
Conforme a los antiguos sacrificios,
Y en su séquito van catervas frigias,
Porque dicen que allí la agricultura
Tuvo su origen y de allí triunfante
Se extendió por el orbe; son castrados
Los sacrificadores, porque quieren
Significar que deben ser tenidos
Por indignos de dar a la luz bella
Unos vivos retratos de sí mismos
Aquellos que faltaren al respeto
De sus padres, modelos de la diosa,
Y los que ingratos con sus padres fueren.
En sus manos resuenan los tambores
Estrepitosos, y los retumbantes
Címbalos, y amenazan las trompetas
Con un sonido ronco, y estimula
La flauta en tono frigio los furores;
Y empuñan lanzas, de la muerte indicios,
Para llenar de espanto a los ingratos
Y a los pechos impíos con la diosa.
Por lo que en tanto que la estatua muda
En las grandes ciudades paseada
Ofrece a los mortales en secreto
El rico manantial de sus favores,
Arrojan al momento por las calles
Riquezas y dinero a manos llenas;
Llueven flores y rosas, sombreando
A la madre y brillante comitiva.
Un batallón armado, que los griegos
Llaman Curetas frigios, retozando
Con pesadas cadenas se sacuden:
Y bailan a compás, y alegres miran
La sangre que les corre, y agitando
Con furor los terríficos penachos
De sus cabezas, traen a la memoria
Los Curetas dicteos, que ocultaron
En Creta aquel vagido, según dicen,
De Jove un tiempo, mientras que giraban
En leve danza, armados los infantes
En torno al niño, y a compás herían
El bronce estrepitoso por el miedo
De que Saturno no le devorase
Con su diente cruel, y eternamente
Hiriese el tierno pecho de la madre:
Por eso la acompaña gente armada;
Cual si quisiera predicar la Diosa
Que con las armas y el valor defiendan
Los hombres a su patria, y sean a un tiempo
El amparo y la gloria de sus padres.
Esta ficción tan bella y tan galana
La razón verdadera la reprueba;
Pues la naturaleza de los dioses
Debe gozar por sí con paz profunda
De la inmortalidad: de los sucesos
Humanos apartados y distantes;
Sin dolor, sin peligro, enriquecidos
Por sí mismos, en nada dependientes
De nosotros: ni acciones virtuosas
Ni el enojo y la cólera los mueven.
Ciertamente la tierra en todo tiempo
Carece de sentido, y ella misma
Debe las producciones que tenemos
De átomos a la varia muchedumbre
Que en su seno contiene. Mas si alguno
Quiere más que se llame al mar Neptuno
Y a las mieses poner nombre de Ceres,
Y si el nombre de Baco prefiriere
a aquel vocablo propio que tenemos,
Concedamos también llamar la tierra
Con el nombre de madre de los dioses,
Aunque tal madre fabulosa sea.


"RERUM NATURA" LUCRECIO

domingo, julio 17, 2011

"EL PUENTE DE MIRABEAU" - Guillaume Apollinaire



EL PUENTE DE MIRABEAU

Bajo el puente de Mirabeau fluye el Sena
y en nuestro amores,
preciso es recordarlo,
la alegria viene despues de la pena.

Viene la noche, suena la hora
los dias se van
yo sigo ahora.

Nuestras manos entrelazadas, frente a frente
mientras que bajo el puente
de nuestros brazos
pasa la ola de de las eternas miradas.

Viene la noche, suena la hora
los días se van, yo sigo ahora.

El amor se va
como esta agua que fluye
el amor se va.
cuan lenta es la vida
y la esperanza huye.

Llega la noche suena la hora
los dias se van, yo sigo ahora.

Pasan los días, pasan por decenas
ni el tiempo pasado
ni los viejos amores regresan
bajo el puente de Mirabeau fluye el Sena.

Llega la noche suena la hora
los días se van, yo sigo ahora.



Guillaume Apollinaire

martes, junio 14, 2011

"Walking Around" - Pablo Neruda


Walking Around


Sucede que me canso de ser hombre.
Sucede que entro en las sastrerías y en los cines
marchito, impenetrable, como un cisne de fieltro
Navegando en un agua de origen y ceniza.

El olor de las peluquerías me hace llorar a gritos.
Sólo quiero un descanso de piedras o de lana,
sólo quiero no ver establecimientos ni jardines,
ni mercaderías, ni anteojos, ni ascensores.

Sucede que me canso de mis pies y mis uñas
y mi pelo y mi sombra.
Sucede que me canso de ser hombre.

Sin embargo sería delicioso
asustar a un notario con un lirio cortado
o dar muerte a una monja con un golpe de oreja.
Sería bello
ir por las calles con un cuchillo verde
y dando gritos hasta morir de frío

No quiero seguir siendo raíz en las tinieblas,
vacilante, extendido, tiritando de sueño,
hacia abajo, en las tapias mojadas de la tierra,
absorbiendo y pensando, comiendo cada día.

No quiero para mí tantas desgracias.
No quiero continuar de raíz y de tumba,
de subterráneo solo, de bodega con muertos
ateridos, muriéndome de pena.

Por eso el día lunes arde como el petróleo
cuando me ve llegar con mi cara de cárcel,
y aúlla en su transcurso como una rueda herida,
y da pasos de sangre caliente hacia la noche.

Y me empuja a ciertos rincones, a ciertas casas húmedas,
a hospitales donde los huesos salen por la ventana,
a ciertas zapaterías con olor a vinagre,
a calles espantosas como grietas.

Hay pájaros de color de azufre y horribles intestinos
colgando de las puertas de las casas que odio,
hay dentaduras olvidadas en una cafetera,
hay espejos
que debieran haber llorado de vergüenza y espanto,
hay paraguas en todas partes, y venenos, y ombligos.
Yo paseo con calma, con ojos, con zapatos,
con furia, con olvido,
paso, cruzo oficinas y tiendas de ortopedia,
y patios donde hay ropas colgadas de un alambre:
calzoncillos, toallas y camisas que lloran
lentas lágrimas sucias.


Pablo Neruda

jueves, mayo 05, 2011

"Éramos los elegidos del sol" - Vicente Huidobro (Antipoeta y Mago)



Éramos los elegidos del sol


Éramos los elegidos del sol
Y no nos dimos cuenta
Fuimos los elegidos de la más alta estrella
Y no supimos responder a su regalo
Angustia de impotencia
El agua nos amaba
La tierra nos amaba
Las selvas eran nuestras
El éxtasis era nuestro espacio propio
Tu mirada era el universo frente a frente
Tu belleza era el sonido del amanecer
La primavera amada por los árboles
Ahora somos una tristeza contagiosa
Una muerte antes de tiempo
El alma que no sabe en qué sitio se encuentra
El invierno en los huesos sin un relámpago
Y todo esto porque tú no supiste lo que es la eternidad
Ni comprendiste el alma de mi alma en su barco de
tinieblas
En su trono de águila herida de infinito



Vicente Huidobro

martes, abril 26, 2011

"No le copien a Pound" Gonzalo Rojas


NO LE COPIEN A POUND



No le copien a Pound, no le copien al copión maravilloso
de Ezra, déjenlo que escriba su misa en persa, en cairo-arameo, en sánscrito,
con su chino a medio aprender, su griego translúcido
de diccionario, su latín de hojarasca, su libérrimo
Mediterráneo borroso, nonagenario el artificio
de hacer y rehacer hasta llegar a tientas al gran palimpsesto de lo Uno;
no lo juzguen por la dispersión: había que juntar los átomos,
tejerlos así, de lo visible a lo invisible, en la urdimbre de lo fugaz
y las cuerdas inmóviles; déjenlo suelto
con su ceguera para ver, para ver otra vez, porque el verbo es ése: ver,
y ése el Espíritu, lo inacabado
y lo ardiente, lo que de veras amamos
y nos ama, si es que somos Hijo de Hombre
y de Mujer, lo innumerable al fondo de lo innombrable;
no, nuevos semidioses
del lenguaje sin Logos, de la histeria, aprendices
del portento original, no le roben la sombra
al sol, piensen en el cántico
que se abre cuando se cierra como la germinación, háganse aire,
aire-hombre como el viejo Ez, que anduvo siempre en el peligro, salten intrépidos
de las vocales a las estrellas, tenso el arcode la contradicción en todas la velocidades de lo posible, aire y más aire
para hoy y para siempre, antes
y después de lo purpúreo
del estallido
simultáneo, instantáneo
de la rotación, porque este mundo parpadeante sangrará, saltará de su eje mortal, y adiós ubérrimas tradiciones de luz y mármol, y arrogancia; ríanse de Ezra
y sus arrugas, ríanse desde ahora hasta entonces, pero no lo saqueen; ríanse, livianas
generaciones que van y vienen como el polvo, pululación
de letrados, ríanse, ríanse de Pound
con su Torre de Babel a cuestas como un aviso de lo otro que vino en su lengua;
cántico,
hombres de poca fe, piensen en el cántico.



Gonzalo Rojas

lunes, abril 25, 2011

"La Loba" - Gonzalo Rojas (Lebu, 20.12.1917 – Santiago, 25.04.2011)



La Loba

Unos meses la sangre se vistió con tu hermosa
figura de muchacha, con tu pelo
torrencial, y el sonido
de tu risa unos meses me hizo llorar las ásperas espinas
de la tristeza. El mundo
se me empezó a morir como un niño en la noche,
y yo mismo era un niño con mis años a cuestas por las calles, un ángel
ciego, terrestre, oscuro,
con mi pecado adentro, con tu belleza cruel, y la justicia
sacándome los ojos por haberte mirado.

Y tú volabas libre, con tu peso ligero sobre el mar, oh mi diosa,
segura, perfumada,
porque no eras culpable de haber nacido hermosa, y la alegría
salía por tu boca como vertiente pura
de marfil, y bailabas
con tus pasos felices de loba, y en el vértigo
del día, otra muchacha
que salía de ti, como otra maravilla
de lo maravilloso, me escribía una carta profundamente triste,
porque estábamos lejos, y decías
que me amabas.

Pero los meses vuelan como vuelan los días, como vuelan
en un vuelo sin fin las tempestades,
pues nadie sabe nada de nada, y es confuso
todo lo que elegimos hasta que nos quedamos
solos, definitivos, completamente solos.

Quédate ahí, muchacha. Párate ahí, en el giro
del baile, como entonces, cuando te vi venir, mi rara estrella.
Quiero seguirte viendo muchos años, venir
impalpable, profunda,
girante, así, perfecta, con tu negro vestido
y tu pañuelo verde, y esa cintura, amor,
y esa cintura.

Quédate ahí. Tal vez te conviertas en aire
o en luz, pero te digo que subirás con éste y no con otro:
con éste que ahora te habla de vivir para siempre
tú subirás al sol, tú volverás
con él y no con otro, una tarde de junio,
cada trescientos años, a la orilla del mar,
eterna, eternamente con él y no con otro.



Gonzalo Rojas