Montaña y Arbol

Poesía, Cuentos, Arte y Literatura

miércoles, junio 27, 2007

"LA MORSA Y EL CARPINTERO" LEWIS CARROLL


LA MORSA Y EL CARPINTERO

El sol en su gran fulgor
Saco lustre y brillo al mar,
Cedió esplendor a las olas
Hasta que no pudo más…
Y es extraño, pues la noche
Se estaba cerrando ya.

La luna de mal humor
Dejó su mente volar:
“¿Por qué el sol prosigue ahí
Cuando el día se ha ido ya?
Poco sirve ir a una fiesta
Que no se va ha aprovechar…”

El mar que te moja moja
Seco y seco el arenal,
En el cielo ni una nube,
Pues no hay nube que contar;
Ni un pájaro que volara
Ni que sobrevolará.

La morsa y el carpintero
Van mano a mano a la par
Llorando a moco tendido
De tanto ver arenal:
“Si un poco lo despejarán,
¡Hay que gran tranquilidad!”

“Supón que siete criadas
Seis meses barriendo están
Con siete escobas a punto:
¿Tú crees que lo vaciarán?”
“No”, el carpintero repuso
Y una lágrima le caerá.

“Ostras –requirió la morsa-
¿Os venís a pasear?
¡Gratos son charla y paseo
Por el salobre arenal!
De cuatro en cuatro es posible
Dar la mano a cada cual.”

La ostra más vieja miraba
Sin decir ni una vocal:
Guiño el ojo y sacudía
La cabeza con pesar
Dando a entender que no osa
Su ostracismo abandonar.

Pero cuatro ansiosas jóvenes
Se dejaron convidar:
De punta en blanco y muy limpias
Los zapatos lucen más,
Cosa rara, pues sabéis
Cuán falta de pies están.

Otras cuatro las siguieron
Incluso otras cuatro más.
Acuden todas a una
Dando brincos, más y más;
Por entre espumosas olas
Deprisa a la playa van.

La morsa y carpintero
(Una milla andada ya)
Sentáronse en una roca
No muy alta, a descansar,
Mientras ven en una fila
A las otras avanzar.

“Ya es hora –dijo la morsa-
De empezar en serio a hablar:
De zapatos, barcos, lacres
Repollos, trono real,
De por que el mar bulle
Y los cerdos pueden volar.”

Y las ostras: “¡Un momento!
No os pongáis aún a charlar,
Pues estamos muy gorditas
Y sin aliento las más.”
“¡Tranquilo dijo la morsa:
Agradecidas le están.

Dijo la morsa: “¡A comer
Rebanaditas de pan!
Que con pimienta y vinagre
Son gratas al paladar.
Así, ostras, si estáis listas,
Iniciemos el yantar.”

“No, no”, gritaron las ostras
(Algo pálidas están).
“Sería ruin hacer tal cosa
Tras tanta amabilidad…”
“¡Hermosa noche! –opinó
La morsa -: no tiene igual.”

“Grata ha sido la visita
¡Y qué sabrosas estáis!”
Nada dijo el carpintero
Salvo “córtame más pan.
Por ser sorda te lo digo
Dos veces, ¡Y basta ya!”

Dijo la morsa: “Vergüenza
Me da el juego que te traes.
Las pobres vienen de lejos
Y a tanta velocidad…”
Sólo dijo el carpintero:
“¡Cuánta manteca más!”

“¡Qué pena! –Dijo la morsa-,
¡Ay cuanta pena me dais!”
Entre sollozo y sollozo
La mayor se fue a zampar;
Y tanto llanto el pañuelo
No lo puede enjugar.

“Ostras –dijo el carpintero-,
¡Qué buen paseo os lleváis!
¿Volvemos a nuestras casas?”
Más nadie respuesta da:
No es extraño, pues sabéis
Que devoradas están.

LEWIS CARROLL

martes, junio 26, 2007

ODA DEL DR. RICARDO REIS




La flor que eres, no la que das, quiero
¿Por qué me niegas lo que no te pido?
Tiempo habrá de negar
Después de haber dado
Flor, ¡séme flor! Si te cogiese avaro
La mano de la infausta esfinge, tu, perenne
Sombra, errarás absurda,
Buscando lo que no diste.



Dr. Ricardo Reis (epicureista)

viernes, junio 15, 2007

ENTUSIA


LA INSPIRACIÓN
O LA CONSAGRACIÓN DEL INSTANTE



Campo yerto
Campo frió
Prado muerto
De mis lamentos


Muero en mi empresa
Muero en el son
Del cantar vació
Al nacimiento


El canto, mi llanto
Espanto a la humanidad
Mi acto sublime
De eternidad

Soy oído,
Palabra y boca
Y mis conjuros
Son oración.


Voy y entro
Salgo y soy
Esta es mi letanía
Y expiación


Canto yerto
campo frió
Acto muerto
De mi confín vació



Rafael Martel

EL ETERNO RETORNO



BLANCO CIRCULAR


Hoy es un buen día para morir
Tomar un buen trago de vino
Hacer el amor.


Morir oscuro y frío
En espera de la mano gélida
Esperando el principio del fin
Del fin orbicular.


Mis ventanas serán atravesadas
Por él ultimo ocaso
Pero estarán llenas
De azul y verde.

Y digo adiós.

Esperare el don del fénix,
Seré ceniza, moléculas
Y agua de río helado.
Seré lluvia que riega campos,
Campos de uvas de vino.

Y tal vez,
Alguien me beba tinto
El día de su muerte.



Rafael Martel

jueves, junio 14, 2007

Leyenda Mapuche



"Entonces, dicen, tierra no había, agua tampoco había, ni plantas, ni árboles, todo era nada, dicen.
Entonces en los aires vivía un espíritu poderoso, dueño e todos los aires, y con él, dicen, vivían otros espíritus como él y que le obedecían porque él mandaba a todos.
Entonces, dicen, los espíritus que no mandaban, quisieron mandar también, y no le quisieron más obedecer al espíritu grande, y uno dijo, dicen: “nosotros mandaremos ahora porque somos muchos más y él esta solo”.
Entonces el espíritu grande que no estaba solo, quedaban algunos otros espíritus que eran buenos y querían siempre obedecer al jefe, no muchos, un poquito no más eran, dicen.
Entonces el espíritu grande se enojó, dicen, y mandó a los demás espíritus buenos a que juntaran a todos los malos; ellos no querían, pero el espíritu que mandaba pateaba y lanzaba fuego por sus ojos.
Entonces, dicen, todos fueron alcanzados, los apilaron en un gran montón, y cuando estuvieron así, dicen, el jefe mandó a sus mocetones fieles escupirles encima. También le escupió él, y por todas partes, donde caían los escupos, dicen que los cuerpos se endurecieron como piedras; como una manzana grande de piedra toda eran, dicen.
Entonces el espíritu grande les puso el pie encima, dicen, y se abrieron los aires por el mucho peso de todos los espíritus y cayeron, y al caer, dicen, se partió esta gran bola y quedaron los pedazos esparcidos formando montañas.
Entonces, dicen, sucedió que no todos los espíritus eran de piedra, porque a los de adentro del montón no les habían tocado los escupos. Estos espíritus eran de fuego vivo y se encontraron encerrados entre las piedras de los cuerpos de sus hermanos, así dicen que estaban. Entonces, empezaron a trabajar, y cavaban, y hacían hoyos como unos pozos para salir, pero no podían, y rabiaban y peleaban entre ellos porque se echaban la culpa de lo que había sucedido, y era tanto el fuego que tenían en el cuerpo, dicen, y que los quemaba, que de repente reventaron las montañas y salieron grandes chorros de cenizas, y humo muy negro, y las llamas salían, dicen, pero ellos no pudieron salir, porque no lo quería el espíritu que mandaba; sólo, dicen, se volaron con las cenizas y las llamas de unos espíritus que no habían sido tan malos como los otros y se habían encontrado metidos en la pelea. A éstos, el jefe les permitió salir, pero no quería recibirlos más entre sus mocetones y los dejó así no más, colgados en los aires. Ellos son los que se ven de noche y brillan como luces por el fuego que tienen en sus cuerpos y que llamamos estrellas.
Entonces estos espíritus, lloraron, lloraron días y noches enteros y todo el llorar, dicen, caía sobre las montañas y arrastraban las cenizas y la piedras, y se formaron las tierras, y se apozaron las aguas y formaron, dicen, los mares y los ríos, y los espíritus malos se quedaron adentro de las montañas y fueron los pillanes que hacen reventar los volcanes de donde sale humo y fuego, así dicen.
Entonces el espíritu grande de los aires, miró abajo, y vio todo esto y dijo: ¿Para qué sirve esta tierra sin nada? Así dijo, y tomó a un joven espíritu que era hijo suyo y dijo que lo iba a mandar sobre la tierra a ver lo que haría él y lo cambió en hombre de carne y hueso, muy hermoso. De arriba lo lanzó el espíritu, y al caer el joven se quedó aturdido, como muerto. Entonces la madre del joven se lamentaba y pedía que la dejaran bajar a ella también, para así, acompañar a su hijo.
No quiso el jefe, dicen, y mirando vio a una estrellita que estaba muy cerca, casi estaba por entrar. Entonces él la pilló: era una luz muy bonita. Con ella formó una mujer y le sopló encima. Ella voló en los aires, dicen, y él le mandó que se juntara con el hombre. Así le dijo, dicen, y la mujer bajó y llegó a la tierra, algo distante de donde dormía el hombre. Tuvo que caminar, dicen, y como las piedras duras le hacían daño en los pies, el espíritu de los aires mandó salir, por donde pisaba, pasto muy blando y flores muy hermosas y ella, la mujer, dicen, cogía las flores en camino y por jugar las deshojaba, y estas hojas que ella dejaba caer se cambiaron en pájaros, en mariposas que volaban, y detrás de ella la hierba crecía así tan gran grande, dicen, que formaba árboles muy grandes con frutas que ella comía.
Entonces, siempre estaba durmiendo el hombre, ella llegó, dicen, donde estaba y como estaba, se tendió a su lado, dicen, para dormir. Entonces, dicen, despertó el hombre y vio a la mujer tan bonita, y se quedó muy contento de verla; tan bonita era, dicen. Cuando ella despertó se fueron los dos andando en los montes y miraban todo tan bonito, y se querían mucho. Como hermanos se querían, dicen, y ya no pensaban más en volver a los aires, por lo bien que se hallaban.
Entonces para ver lo que hacían, el espíritu que mandaba, abrió un portillo redondo en los aires y por allí miraba, y, cuando miraba, dicen, todo brillaba y venia un gran calor de arriba. La madre del joven también quería mirarlo, escondida del jefe abrió también un portillo, y cuando él no estaba, miraba ella, y para que su hijo pudiera ver bien su cara, dejaba caer una luz blanca muy suave que se podía mirar.
Entonces, dicen, los espíritus pillanes que estaban en los volcanes rabiaban mucho, uno de ellos se enamoró de la bonita mujer y quería salir, pero no podía y rabiaba mucho.
Entonces el espíritu grande quería que el hombre y la mujer fueran hermanos no más, y ellos eran hermanos no más, porque no sabían de otra cosa.
Entonces el Pillán, dicen, habló con una mujer espíritu malo como él, que rabiaba de pura envidia. Ella se sacó un pelo largo, largo y estirando el brazo lo tiró fuera del volcán. Apenitas salió, dicen, tomó resuello, fue vivo, dicen, el pelo de la mujer, y se transformó en serpiente muy delgada, y se fue arrastrando hasta llegar donde dormían los dos hermanos, dicen, y se deslizo entre ellos, dicen."

"Llevo escrito tu nombre" Rafael Martel


Llevo escrito tu nombre


Entre cuatro manos
La frágil copa
De tu cuerpo desnudo
Se dibuja vibrante
Ante mis ojos


Tu vientre que esconde
Aquel secreto arcano
Bajo tu piel, un altar
Una luz que se puede mirar
A través de tus ojos contemplar


Llevo escrito tu nombre
Aquí, en mi sangre
Como respuesta
De ser un hombre


Sólo, entre mis manos
Un caudal de deseos
Y en tu boca
Inundada de besos
Eres, soy
Un vendaval
Somos pasión
Eterno ardor


Una canción y un clamor
Un círculo en extensión
De nuevo somos
Un gran destello
Un gran fulgor


Entre tus brazos
Se enciende el sol
Se enciende el rió
Al corazón
Con la respuesta
Desta pregunta
Que es AMOR.




Rafael Martel