Montaña y Arbol

Poesía, Cuentos, Arte y Literatura

miércoles, noviembre 23, 2016

El Confiter del Artista - Charles Baudelaire




El Confiter del Artista

    ¡Qué penetrante es el final de los días de otoño! ¡Ah, penetrante hasta el dolor! Pues hay ciertas sensaciones deliciosas, cuya vaguedad no excluye la intensidad; y no hay punta más acerada que la del Infinito.

    ¡Gran delicia la de ahogar la mirada en la inmensidad del cielo y del mar! La soledad, el silencio, la incomparable castidad del azul, la pequeña vela que se estremece en el horizonte, y que por su pequeñez y su aislamiento imita mi irremediable existencia, la melodía monótona del oleaje; todas esas cosas piensan por mí, o yo pienso por ellas (¡pues en la grandeza de la meditación, el yo se pierde rápido!); esas cosas piensan, digo, pero musical y pintorescamente, sin argucias, sin silogismos, sin deducciones.

    No obstante, esas ideas, ya salgan de mí o broten de las cosas, se toman bien pronto demasiado intensas. La energía dentro dé la voluptuosidad crea un malestar y un sufrimiento positivos. Mis nervios demasiado tensos sólo producen ya vibraciones dolorosas y chillonas.

    Y ahora, la profundidad del cielo me consterna; me exaspera su limpidez. Me sublevan la insensibilidad del mar, la inmutabilidad del espectáculo ...

    ¿Habrá que sufrir eternamente, o eternamente huir de lo bello? ¡Déjame, Naturaleza, hechicera sin piedad; rival siempre victoriosa! ¡Cesa de tentarme, en mis deseos y en mi orgullo! El estudio de la belleza es un duelo en el que el artista grita de espanto antes de ser vencido.



CHARLES BAUDELAIRE
Traducción de Nydia Lamarque

jueves, noviembre 03, 2016

El perro y el frasco - Charles Baudelaire




El perro y el frasco

-Perrito mono, perrito bueno, perrito mio, ven aquí y aspira este excelente perfume que he comprado en la mejor perfumería de la ciudad.

Y el perro, meneando el rabo, lo que según tengo entendido, en esos pobres seres equivale a la risa y a la sonrisa, se acerca y pone, curioso, su humedo hocico en el frasco destapado; luego retrocediendo de pronto asustado, me ladra, empieza a ladrarme a modo de reproche.

-¡Ah miserable perro! Si te hubiera ofrecido un paquete de excrementos los habrías olfateado con deleite, y quizas devorado. En eso, indigno compañero de mi triste vida, te pareces al público a quien nunca se ha de ofrecer perfumes delicados que le exasperen, sino basuras cuidadosamente escogidas.


Charles Baudelaire