Montaña y Arbol

Poesía, Cuentos, Arte y Literatura

lunes, noviembre 08, 2010

"EL CUERVO" Edgar Allan Poe


El Cuervo

Una vez al filo de una lúgubre media noche
mientras débil y cansado, en tristes reflexiones embebido,
inclinado sobre un viejo y raro libro de olvidada ciencia,
cabeceando, casi dormido,
oyóse de súbito un leve golpe,
como si suavemente tocaran,
tocaran a la puerta de mi cuarto.
“Es —dije musitando— un visitante
tocando quedo a la puerta de mi cuarto.
Eso es todo, y nada más.”


¡Ah! aquel lúcido recuerdo
de un gélido diciembre;
espectros de brasas moribundas
reflejadas en el suelo;
angustia del deseo del nuevo día;
en vano encareciendo a mis libros
dieran tregua a mi dolor.
Dolor por la pérdida de Leonora, la única,
virgen radiante, Leonora por los ángeles llamada.
Aquí ya sin nombre, para siempre.


Y el crujir triste, vago, escalofriante
de la seda de las cortinas rojas
llenábame de fantásticos terrores
jamás antes sentidos.  Y ahora aquí, en pie,
acallando el latido de mi corazón,
vuelvo a repetir:
“Es un visitante a la puerta de mi cuarto
queriendo entrar. Algún visitante
que a deshora a mi cuarto quiere entrar.
Eso es todo, y nada más.”


Ahora, mi ánimo cobraba bríos,
y ya sin titubeos:
“Señor —dije— o señora, en verdad vuestro perdón
imploro,
mas el caso es que, adormilado
cuando vinisteis a tocar quedamente,
tan quedo vinisteis a llamar,
a llamar a la puerta de mi cuarto,
que apenas pude creer que os oía.”
Y entonces abrí de par en par la puerta:
Oscuridad, y nada más.


Escrutando hondo en aquella negrura
permanecí largo rato, atónito, temeroso,
dudando, soñando sueños que ningún mortal
se haya atrevido jamás a soñar.
Mas en el silencio insondable la quietud callaba,
y la única palabra ahí proferida
era el balbuceo de un nombre: “¿Leonora?”
Lo pronuncié en un susurro, y el eco
lo devolvió en un murmullo: “¡Leonora!”
Apenas esto fue, y nada más.


Vuelto a mi cuarto, mi alma toda,
toda mi alma abrasándose dentro de mí,
no tardé en oír de nuevo tocar con mayor fuerza.
“Ciertamente —me dije—, ciertamente
algo sucede en la reja de mi ventana.
Dejad, pues, que vea lo que sucede allí,
y así penetrar pueda en el misterio.
Dejad que a mi corazón llegue un momento el silencio,
y así penetrar pueda en el misterio.”
¡Es el viento, y nada más!


De un golpe abrí la puerta,
y con suave batir de alas, entró
un majestuoso cuervo
de los santos días idos.
Sin asomos de reverencia,
ni un instante quedo;
y con aires de gran señor o de gran dama
fue a posarse en el busto de Palas,
sobre el dintel de mi puerta.
Posado, inmóvil, y nada más.


Entonces, este pájaro de ébano
cambió mis tristes fantasías en una sonrisa
con el grave y severo decoro
del aspecto de que se revestía.
“Aun con tu cresta cercenada y mocha —le dije—,
no serás un cobarde,
hórrido cuervo vetusto y amenazador.
Evadido de la ribera nocturna.
¡Dime cuál es tu nombre en la ribera de la Noche Plutónica!”
Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”


Cuánto me asombró que pájaro tan desgarbado
pudiera hablar tan claramente;
aunque poco significaba su respuesta.
Poco pertinente era. Pues no podemos
sino concordar en que ningún ser humano
ha sido antes bendecido con la visión de un pájaro
posado sobre el dintel de su puerta,
pájaro o bestia, posado en el busto esculpido
de Palas en el dintel de su puerta
con semejante nombre: “Nunca más.”


Mas el Cuervo, posado solitario en el sereno busto.
las palabras pronunció, como virtiendo
su alma sólo en esas palabras.
Nada más dijo entonces;
no movió ni una pluma.
Y entonces yo me dije, apenas murmurando:
“Otros amigos se han ido antes;
mañana él también me dejará,
como me abandonaron mis esperanzas.”
Y entonces dijo el pájaro: “Nunca más.”


Sobrecogido al romper el silencio
tan idóneas palabras,
“sin duda —pensé—, sin duda lo que dice
es todo lo que sabe, su solo repertorio, aprendido
de un amo infortunado a quien desastre impío
persiguió, acosó sin dar tregua
hasta que su cantinela sólo tuvo un sentido,
hasta que las endechas de su esperanza
llevaron sólo esa carga melancólica
de ‘Nunca, nunca más’.”


Mas el Cuervo arrancó todavía
de mis tristes fantasías una sonrisa;
acerqué un mullido asiento
frente al pájaro, el busto y la puerta;
y entonces, hundiéndome en el terciopelo,
empecé a enlazar una fantasía con otra,
pensando en lo que este ominoso pájaro de antaño,
lo que este torvo, desgarbado, hórrido,
flaco y ominoso pájaro de antaño
quería decir granzando: “Nunca más.”


En esto cavilaba, sentado, sin pronunciar palabra,
frente al ave cuyos ojos, como-tizones encendidos,
quemaban hasta el fondo de mi pecho.
Esto y más, sentado, adivinaba,
con la cabeza reclinada
en el aterciopelado forro del cojín
acariciado por la luz de la lámpara;
en el forro de terciopelo violeta
acariciado por la luz de la lámpara
¡que ella no oprimiría, ¡ay!, nunca más!


Entonces me pareció que el aire
se tornaba más denso, perfumado
por invisible incensario mecido por serafines
cuyas pisadas tintineaban en el piso alfombrado.
“¡Miserable —dije—, tu Dios te ha concedido,
por estos ángeles te ha otorgado una tregua,
tregua de nepente de tus recuerdos de Leonora!
¡Apura, oh, apura este dulce nepente
y olvida a tu ausente Leonora!”
Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”


“¡Profeta!” —exclamé—, ¡cosa diabolica!
¡Profeta, sí, seas pájaro o demonio
enviado por el Tentador, o arrojado
por la tempestad a este refugio desolado e impávido,
a esta desértica tierra encantada,
a este hogar hechizado por el horror!
Profeta, dime, en verdad te lo imploro,
¿hay, dime, hay bálsamo en Galaad?
¡Dime, dime, te imploro!”
Y el cuervo dijo: “Nunca más.”


“¡Profeta! —exclamé—, ¡cosa diabólica!
¡Profeta, sí, seas pájaro o demonio!
¡Por ese cielo que se curva sobre nuestras cabezas,
ese Dios que adoramos tú y yo,
dile a esta alma abrumada de penas si en el remoto Edén
tendrá en sus brazos a una santa doncella
llamada por los ángeles Leonora,
tendrá en sus brazos a una rara y radiante virgen
llamada por los ángeles Leonora!”
Y el cuervo dijo: “Nunca más.”


“¡Sea esa palabra nuestra señal de partida
pájaro o espíritu maligno! —le grité presuntuoso.
¡Vuelve a la tempestad, a la ribera de la Noche Plutónica.
No dejes pluma negra alguna, prenda de la mentira
que profirió tu espíritu!
Deja mi soledad intacta.
Abandona el busto del dintel de mi puerta.
Aparta tu pico de mi corazón
y tu figura del dintel de mi puerta.
Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”


Y el Cuervo nunca emprendió el vuelo.
Aún sigue posado, aún sigue posado
en el pálido busto de Palas.
en el dintel de la puerta de mi cuarto.
Y sus ojos tienen la apariencia
de los de un demonio que está soñando.
Y la luz de la lámpara que sobre él se derrama
tiende en el suelo su sombra. Y mi alma,
del fondo de esa sombra que flota sobre el suelo,
no podrá liberarse. ¡Nunca más!


Edgar Allan Poe
(Boston, 1809 - Baltimore, 1849)

domingo, noviembre 07, 2010

"EL EXTRANJERO" Charles Baudelaire


-Dime, hombre, enigmático, ¿a quién amas tú más? ¿A tu padre, a tu madre, a tu hermana, a tu hermano.?
-Yo no tengo ni padre, ni madre, ni hermana, ni hermano.
-¿A tus amigos?
-Os servís de una palabra cuyo sentido desconozco hasta hoy.
-¿A tu patria?
-Ignoro bajo qué latitud está situada.
-¿La belleza?
-De buena gana la amaría, diosa e inmortal.
-¿El oro?
-Lo odio, como vosotros odiáis a Dios.
¿Pues qué es lo que amas, extraordinario extranjero?
-¡Amo las nubes. . ., las nubes que pasan... allá lejos... las maravillosas nubes!


Charles Baudelaire

domingo, octubre 31, 2010

"EMBRIAGAOS" CHARLES BAUDELAIRE


Hay que estar siempre ebrio. Esto es lo único. Para no sentir el horrible fardo del tiempo que rompe vuestros hombros y os inclina hacia la tierra, hay que emborracharse sin tregua.
¿De qué? De vino, de poesía o de virtud, como gustéis. Pero embriagaos.
Y si alguna vez, en la escalera de un palacio, o en el borde de un foso, o en la soledad melancólica de vuestro cuarto despertáis ya disminuida o desaparecida la embriaguez, pedidle al viento, a la ola, a la estrella, al pájaro, al reloj, a todo lo que huye, a todo lo que canta, a todo lo que habla, preguntadle qué hora es.
Y el viento, la ola, la estrella, el pájaro, el reloj, os contestarán: “Es hora de embriagarse. Para no ser los esclavos martirizados por el tiempo, embriagaos constantemente. De vino, de poesía o de virtud, como gustéis.”

CHARLES BAUDELAIRE

jueves, octubre 21, 2010

"LOS BENEFICIOS DE LA LUNA" Charles Baudelaire



LOS BENEFICIOS DE LA LUNA

La Luna, que es el mismo capricho, miró por la ventana mientras dormías en tu cuna y se dijo: "Esta niña me gusta".
Y descendió blandamente su escalera de nubes y pasó sin ruido a través de los cristales. Luego se extendió sobre ti con la ternura solícita de una madre y depositó sus colores sobre tu rostro. Tus pupilas se han quedado verdes y tus mejillas extraordinariamente pálidas. Por contemplar a esta visitante tus ojos se han agrandado de modo tan extraño y le ha apretado tan tiernamente la garganta que has conservado para siempre el deseo de llorar.
Entretanto, en la expansión de su alegría, la Luna llenaba toda la estancia como un veneno luminoso; y toda esta luz viva, pensaba y decía: "Sufrirás eternamente la Influencia de mi beso. Será bella a mi manera. Amarás lo que yo amo; lo que me ama; el agua, las nubes, el silencio y la noche; el mar inmenso y verde; el agua informe y multiforme; el lugar en que no estés; el amante que no conozcas; las flores monstruosas; los perfumes que hacen delirar; los gatos que desfallecen sobre los pianos ¡y que gimen como las mujeres, con una voz ronca y dulce!
"Y serás amada por mis amantes, cortejada por mis cortesanos. Serás la reina de los hombres de ojos verdes cuya garganta apreté también en mis caricias nocturnas; ¡de los que aman el mar, el mar inmenso, tumultuoso y verde, el agua informe y multiforme, el lugar donde no se hallan, la mujer qué no conocen, las flores siniestras; que parecen incensarios de una religión desconocida, los perfumes que turban la voluntad y los animales salvajes y voluptuosos que son los emblemas de su locura!"
Por eso, maldita querida niña mimada, estoy ahora echado a tus pies, buscando en toda tu persona el reflejo de la temible Divinidad de la fatídica madrina, ¡de la nodriza envenenadora de todos los lunáticos!

CHARLES BAUDELAIRE

domingo, julio 11, 2010

"LA METAMORFOSIS" de Siringa - Publio Ovidio Nason




 Siringa



«En los gélidos montes de Arcadia había entre las hamadríadas de Nonacris una náyade famosísima, a quien las ninfas llamaban Siringe. Más de una vez había tenido que eludir el acoso de los sátiros o de cual quiera de los otros dioses que habitan el sombrío bosque o la fértil campiña; practicaba las mismas ocupaciones que la diosa de Ortigia, e igual que ella guardaba su virginidad. Vestida también a la manera de Diana, su aspecto se prestaba a confusión, y habrías podido pensar que se trataba de la hija de Latona si no fuera porque llevaba un arco de cuerno, mientras que el de la diosa es de oro. Aun así su aspecto engañaba. Un día, Pan la vio cuando regresaba del monte Liceo, y con la cabeza coronada de punzantes hojas de pino dijo las siguientes palabras...»; y quedaban por relatar sus palabras, y cómo la ninfa, despreciando los halagos del dios, había huido por lugares inaccesibles hasta que había llegado a la plácida corriente del arenoso Ladón; allí, al ver que las aguas le cerraban el paso, suplicó a sus hermanas, las ninfas del río, que la transformaran, de forma que Pan, cuando ya creía es­trechar a Siringe, tenía entre sus brazos en vez del cuerpo de la ninfa una mata de cañas palustres; al suspirar el dios sobre ellas el aire produjo al atravesarlas un suave sonido, parecido a un lamento. Cautivado por este nuevo invento y por la dulzura del son, el dios había dicho: «¡Esta será mi forma de hablar contigo!»; y así el instrumento hecho de cañas desiguales unidas con cera conservó el nombre de la muchacha.”


Ovidio, Metamorfosis I, 689

lunes, julio 05, 2010

"A unas cañas, sepulcro de Siringa" - Juan de Tarsis y Peralta, II Conde de Villamediana, Correo Mayor de Su Majestad


A unas cañas,
sepulcro de Siringa


Don Juan de Tarsis y Peralta,
Conde de Villamediana


Este frondoso honor,
esta esculpida
lamina verde
en marmol animada,
sepulcro es,
piedad acreditada,
que pastor feliz
presto acogida.

Siringa, ninfa
un tiempo suspendida
hoy fistula de tronco
que, animada,
mudo es trofeo,
pompa venerada
del que ya muerto
logra mejor vida.

Sobre la urna esta
compadecido
coro de ninfas,
de la ninfa fiera,
el rigor en sus plectros
repartido.

Y por que muerta ya
su voz no muera,
ultimando su acento
dolorido,
Eco la lleva
a toda ribera.



miércoles, mayo 19, 2010

Libitum



Satisface al animal que brama en la caldera de tu carne


No te impidas hacer lo que deseas,
no te obligues a hacer lo que no quieres.
Cesa de estar en conflicto con tu cuerpo.
Libre de la lujuria del resultado,
entrégate al deleite de la disolución en la cripta de tu esencia.
La perfección del intelecto,
en ausencia de la sutil vibración que anida en tu sexo,
es seca vanidad.
Extrae las agujas que llevas clavadas en la mente.
Enhebradas con el hilo del amor empléalas en unirte
al orgasmo incesante del laberinto que llamas Dios.


Alejandro Jodorowsky

miércoles, marzo 31, 2010

"Muerte y resurrecion" Jorge Teiller


"Muerte y resurrección"

de Jorge Teillier



I

Antes que de nuevo floreciera
la sangre en la piedra de sacrificio
había un puerto de días tranquilos
como ruidos de remos en el agua.
Allí había tiempo de sobra
para escuchar horas y horas el griterío de las gaviotas,
o buscar una vertiente para beber tras las cacerías de otoño,
o dormir largas tardes escuchando entre sueños
a los pinos de cara arrugada
que enseñaban a hablar a los primeros brotes de la primavera.
Hasta que de pronto todo volvió a ser como en el principio:
sólo el frío y el chillido de un pájaro,
sólo el ruido de las olas
rompiendo un esqueleto lanzado al roquerío.

Antes de que otra vez las hechiceras de la tribu
sintieran que la tierra
pedía la sangre de un inocente para calmar al océano,
en los grandes días de 1900
cuando los vapores llegaban cargados de trigo por el río;
había un pueblo rodeado de bosques en incendio,
y de sementeras que conocían sólo pasos de pies desnudos.
Pueblo de curas y de cantinas,
de pescadores con hijos hambrientos,
de muchachas rubias
rodeadas de espinos blancos a la salida de la novena
y de prostitutas sarnosas en torno a braseros.
Pueblo en donde nadie tenía sueños
y se enterraba a los muertos en un cerro lejano
pero se los sentía respirar en el polvo y el barro,
hasta que todo volvió a su comienzo:
sólo el frío y el chillido de un pájaro,
sólo las olas rompiendo un esqueleto lanzado al roquerío.

II

La tierra devuelve a las aguas
lo que les pertenece desde antes del principio de los tiempos,
y en el pueblo no queda nadie para colocar una luz en la ventana
que guíe la llegada del alba
después que el mar se retira, cumplida su faena,
dejando a la oscuridad y la muerte
dueñas de todas las calles:
la calle del molino, la calle del aserradero,
la calle del muelle, la calle de las carretas.
En los cerros y bosques
yerran los hombres encendiendo fogatas como los antepasados
y llamándose con nombres confusos
que nunca conocieron antes.
La hojarasca de las madres se arrastra llorosa
y los hijos sólo hallan refugio en brazos de extraños.

La locura y el miedo
tañen sus campanas entre la oscuridad y las ruinas
y les contestan los perros
que buscan inútilmente a sus amos en los matorrales y pantanos
mientras en el roquerío las olas quiebran el esqueleto
del niño que les fuera entregado.

III

Una lluviosa primavera resucita como de costumbre
hablando con las mismas hojas
que rodearon el sueño de la Bella Durmiente
y restaña las heridas de la costa,
mientras el sol despreocupado pasea en mangas de camisa
y al pie del roquerío
las algas envuelven con dulzura
el esqueleto del inocente.

En el cementerio del cerro
la primavera se detiene para que florezcan amapolas
en los párpados de los muertos.
Los martillazos y los chillidos de las tablas
anuncian que el pueblo resucita
como el vaso quebrado en el cual pondremos



las mismas luciérnagas
que los abuelos persiguieron en una primavera de 1900.

El pueblo nace de nuevo
de manos de los rústicos que fueron amenazados de fusilamiento
si reclamaban el pan que les pertenecía;
nace de nuevo de manos de aquellos
a quienes los poderosos condenan a pudrirse
como los jergones de paja en las cárceles.
Y la primavera que recorre las playas abandonadas
hace callar al oleaje
y escucha los lejanos cánticos de resurrección.

Puerto Saavedra, 1960.

domingo, marzo 28, 2010

Kai Kai y Tren Tren



Antes, mucho antes de que llegaran los blancos y lo mataran, Dios vivía en lo alto con su mujer y sus hijos, reinando sobre el Cielo y la Tierra. Aunque siempre era Dios tenía muchos nombres: Chau, el Padre, y también Antü, el Sol, o Nguenechén, Creador del Mundo. A la reina, que era a la vez madre y esposa de Dios, le decían Luna, Reina Azul, Reina Maga y también Kushe que quiere decir “Bruja”o “Sabia”. Dios había hecho un gran trabajo: había creado el Cielo, con todas sus nubes y cada una de sus estrellas, y la Tierra de gigantescos cordones. Había hecho correr los ríos y crecer los bosques, y había entreabierto sus enormes dedos para sembrar aquí y allá los animales y los hombres, los mapuches. Ahora vivía en el Cielo, vigilando sus creaciones e iluminando durante el día su reino inmenso. De noche, la Reina tomaba su puesto y salía a cuidar el sueño de las criaturas dispersas.Como todos los hijos, crecieron también los de Antü y Kushe. Poco a poco, quisieron ser como su padre, crear ellos también nuevos seres y cosas, no por nada eran retoños de Dios. Y los dos mayores empezaron a murmurar, a criticar a sus padres, y a quejarse: “El Chau y la Ñuke ya están viejos, ¿no será hora de que reinemos nosotros?”.


Dios sufría por ese deseo de sus hijos, sufría y juntaba rabia. Esa rabia trataba de barrerla Kushe,pidiéndole que no les diera importancia, que los perdonara. Pero los rebeldes no desistían; comenzaron a azuzar a sus hermanos más jóvenes y a confabularse. “Por lo menos. Deberíamos mandar sobre la Tierra”, decían, y se prepararon para bajar con sus enormes pasos la escalera de nubes. Entonces el rey Chau dejó salir toda su furia. Uno con cada mano, agarró a sus hijos del mechón de príncipes que colgaba de sus coronillas. Con todas sus fuerzas de Dios los sacudió de arriba abajo y los dejó caer desde lo alto sobre las lejanas montañas rocosas. La cordillera tembló con los impactos, y los cuerpos gigantescos se hundieron en la piedra formando dos inmensos agujeros.

Mientras la furia de Dios se deshacía en rayos de fuego, Madre Luna se precipitó entre las nubes y se puso a llorar lágrimas enormes que caían sobre las montañas, lavaban de una vez sus paredes de piedra e inundaban rápidamente los profundos hoyos. Así se formaron los dos lagos vecinos, el Lácar y el Lolog, brillantes como la misma cara de Kushe, hondos como su pena. Entonces el gran Chau quiso atenuar el castigo: permitió que la vida volviera a los cuerpos despedazados y los convirtió en la enorme culebra alada encargada de llenar los mares y los lagos, llamada Kai-Kai Filu.
Pero, príncipes o serpiente, seguía albergando el deseo de derrotar a Dios y reinar de una vez por sobre todas las cosas. Rabiosa, impotente, Kai-Kai Filu se llenó de odio contra Antü y los mapuches, sus protegidos. Y por eso azota el agua de los lagos con su enorme cola, levantando olas espumosas, se revuelve hasta formar remolinos devoradores, empuja la marejada contra los flancos de las montañas queriendo alcanzar los refugios de hombres y animales y, reptando por debajo de la tierra, provoca terremotos con la agitación enloquecida de sus alas rojas. Al darse cuenta de que sus criaturas corrían grave riesgo, Dios busco una arcilla especial y modeló una serpiente buena. Dijo: “Tren-Tren, éste es tu nombre”, y con esas palabras le dio vida. Y antes de dejarla bajar a la Tierra, agregó: “Tu misión es vigilar a Kai-Kai Filu. Cuando veas que comienza a agitar el agua del lago, tienes que prevenir a la gente para que busque refugio y se ponga a salvo...” Pasó el tiempo, y el rey Chau decidió enviar a otros de sus hijos a la Tierra, para tener informes de lo que sucedía y hacer llevar sus instrucciones a los mapuches. El mismo quiso bajar al cabo, y ver con sus propios ojos los frutos de su obra. Dios apareció un día entre los mapuches como si fuera uno más, oscuro, cubierto con un cuero y con la cabeza desnuda. Les enseñó a cumplir los trabajos y respetar el tiempo: el arte de la siembra y la cosecha, la elección de las semillas y la conservación de los alimentos. Y les hizo un gran regalo: el fuego. Así fue como Dios ganó otro nombre: Kume Huenu, que quiere decir “lo bueno del Cielo”.
El rey Chau volvió a su casa y pasó otro tiempo muy largo, tan largo que la gente se fue olvidando de muchas enseñanzas que había recibido, dejó de ser buena y empezó a pelearse entre sí. Ya no había quien hiciera escuchar los consejos de Dios, los propios descendientes de sus hijos hablaban de sus antepasados sin ningún respeto. Y mientras se quejaban de todo e insultaban mirando al Cielo los hombres se robaban y se asesinaban entre ellos...Cada vez que se asomaba a contemplar el estado de su creación, el gran Chau se daba vuelta enseguida y apretaba los labios con amargura. Así empezó otra vez a juntar su rabia divina, hasta que decidió recurrir a Kai-Kai Filu. Y a éste le dijo: "Quiero que agites una vez más el agua del lago, que la superficie se ponga oscura , que chasqueen las olas unas contra otras y salte la espuma blanca, a ver si un buen susto hace que los hombres cambien su conducta". Pero esto también lo escuchó Tren-Tren, la culebra buena que vivía en la montaña de la Salvación. Enseguida lanzó su silbido de alerta, la aguda contraseña que se coló por todas las quebradas como si fuera un viento, convocando a todos los mapuches al cerro Ten-Tren.
Y el pueblo, lleno de miedo, comenzó la escalada. Pero ya el lago los perseguía y, bajo sus pies, las escarpadas laderas se movían, agitadas por los terribles movimientos de Kai-Kai. De modo que hombres, mujeres y chicos rodaban como pequeñas piedras hacia el fondo, mientras el gran Chau enviaba rayos de fuego que aniquilaban a los que lograban sostenerse. Y todos murieron, menos un niño y niña que sobrevivieron en el abismo profundo de una grieta. Únicos seres humanos de la Tierra, crecieron sin padre ni madre, desabrigados de palabras y amamantados por una zorra y una puma, comiendo los yokones que crecían en las alturas. De ese niño y niña descienden todos los mapuches, resucitados. Pero el gran Chau debió de haber muerto un poco con sus criaturas, porque desde ese momento se mostró pocas veces y parecía no escuchar los ruegos de los hombres. Seguramente por eso fue posible que llegaran los blancos y le dieran la estocada final.
Desde entonces la Tierra ya no es lo que era: las semillas no brotan como antes y las cosechas son escasas; proliferan las enfermedades y los chicos no hacen caso a los mayores. En el Cielo las cosas no marchan mucho mejor, rota la alianza entre los astros: la Madre Luna esconde entre las nubes su cara magullada y escapa, escapa siempre, perseguida por un Sol muerto...


sábado, marzo 06, 2010

En Memoria a Víctor Manuel


BLANCO CIRCULAR

a Víctor Manuel


oh... ¡Que esta sólida,

excesivamente sólida

carne pueda derretirse,

deshacerse y

disolverse en el rocío....!


W. Shakespeare.-




Hoy es un buen día para morir

Tomar un buen trago de vino

Hacer el amor.



Morir oscuro y frío

En espera de la mano gélida

Esperando el principio del fin

Del fin orbicular.



Mis ventanas serán atravesadas

Por él ultimo ocaso

Pero estarán llenas

De azul y verde.



Y digo adiós.

Esperare el don del fénix,

Seré ceniza, moléculas

Y agua de río helado.

Seré lluvia que riega campos,

Campos de uvas de vino.

Y tal vez...

Alguien me beba tinto

El día de su muerte.



Rafael Martel