MITO DE CIBELES (libro segundo, "De la naturaleza de las cosas")
Razón por qué ella sola fué llamada
La gran madre de dioses y animales,
Criadora también de nuestro cuerpo:
Los antiguos poetas doctos griegos
La cantaron subida sobre un carro,
Dos leones uncidos agitando;
Dándonos a entender que en el espacio
La tierra suspendida, no podía
Tener rnás firme base que a sí misma:
Y las fieras al yugo sujetaron,
Porque los beneficios de los padres
Deben triunfar aun de los fieros hijos;
De corona mural la rodearon,
Porque de plazas fuertes y ciudades
Toda la redondez está cubierta:
Y al presente ciñendo esta diadema,
Con terror de los pueblos paseada
La imagen es de la divina madre:
Varias gentes la llaman madre Idea,
Conforme a los antiguos sacrificios,
Y en su séquito van catervas frigias,
Porque dicen que allí la agricultura
Tuvo su origen y de allí triunfante
Se extendió por el orbe; son castrados
Los sacrificadores, porque quieren
Significar que deben ser tenidos
Por indignos de dar a la luz bella
Unos vivos retratos de sí mismos
Aquellos que faltaren al respeto
De sus padres, modelos de la diosa,
Y los que ingratos con sus padres fueren.
En sus manos resuenan los tambores
Estrepitosos, y los retumbantes
Címbalos, y amenazan las trompetas
Con un sonido ronco, y estimula
La flauta en tono frigio los furores;
Y empuñan lanzas, de la muerte indicios,
Para llenar de espanto a los ingratos
Y a los pechos impíos con la diosa.
Por lo que en tanto que la estatua muda
En las grandes ciudades paseada
Ofrece a los mortales en secreto
El rico manantial de sus favores,
Arrojan al momento por las calles
Riquezas y dinero a manos llenas;
Llueven flores y rosas, sombreando
A la madre y brillante comitiva.
Un batallón armado, que los griegos
Llaman Curetas frigios, retozando
Con pesadas cadenas se sacuden:
Y bailan a compás, y alegres miran
La sangre que les corre, y agitando
Con furor los terríficos penachos
De sus cabezas, traen a la memoria
Los Curetas dicteos, que ocultaron
En Creta aquel vagido, según dicen,
De Jove un tiempo, mientras que giraban
En leve danza, armados los infantes
En torno al niño, y a compás herían
El bronce estrepitoso por el miedo
De que Saturno no le devorase
Con su diente cruel, y eternamente
Hiriese el tierno pecho de la madre:
Por eso la acompaña gente armada;
Cual si quisiera predicar la Diosa
Que con las armas y el valor defiendan
Los hombres a su patria, y sean a un tiempo
El amparo y la gloria de sus padres.
Esta ficción tan bella y tan galana
La razón verdadera la reprueba;
Pues la naturaleza de los dioses
Debe gozar por sí con paz profunda
De la inmortalidad: de los sucesos
Humanos apartados y distantes;
Sin dolor, sin peligro, enriquecidos
Por sí mismos, en nada dependientes
De nosotros: ni acciones virtuosas
Ni el enojo y la cólera los mueven.
Ciertamente la tierra en todo tiempo
Carece de sentido, y ella misma
Debe las producciones que tenemos
De átomos a la varia muchedumbre
Que en su seno contiene. Mas si alguno
Quiere más que se llame al mar Neptuno
Y a las mieses poner nombre de Ceres,
Y si el nombre de Baco prefiriere
a aquel vocablo propio que tenemos,
Concedamos también llamar la tierra
Con el nombre de madre de los dioses,
Aunque tal madre fabulosa sea.
"RERUM NATURA" LUCRECIO
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