Montaña y Arbol

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viernes, noviembre 17, 2023

El fin de la parte mortal de Hércules

Cubierto en llamas y purificado por el fuego, Hércules logró ascender al privilegiado Olimpo después de morir a manos de su amada esposa.

Por fin Hércules había conseguido expiar sus pecados al llevar a Cerbero al mundo de los vivos frente a Euristeo y terminar así su último trabajo. Ahora era libre de hacer lo que le apeteciera después de ganarse la admiración de su enemigo; el rey de Micenas e incluso la de los dioses.

Ansioso por disfrutar de una vida llena de paz el héroe se embarcó hacia Ecalia para visitar al rey Éurito; quien lo había enseñado a tirar con el arco. Ahí se enamoró perdidamente de Íole; la hija del rey, pero le fue impedido el casarse con ella, pues el temía el obscuro pasado del héroe.

Tras una serie de injurias, en su intento por casarse con Íole, Hércules volvió a cometer un asesinato, acto que lo llevó a cumplir una segunda penitencia.

Después de servir a la reina de Lidia; Ónfale durante dos años para expiar por segunda vez sus pecados se embarcó a Troya acompañado de otros héroes. Y al cabo de vivir una serie de aventuras en las que su experiencia y valor como héroe seguían aumentando, Hércules llegó a Calidón donde conoció y se enamoró de Deyanira, la hermana de Melegrao; el guerrero muerto al que Hércules conoció e hizo un poco de compañía en el infierno. El héroe había prometido al difunto Melegrao casarse y cuidar de Deyanira, sin embargo, el dios del río; Aqueloo se interponía en su camino.

Deyanira; la que vence a los héroes. Hija de Altea y el rey Eneo, había sido prometida en matrimonio al dios Aqueloo. Aunque no quería tener nada que ver con su pretendiente, pues era una princesa nada pasiva, amante del arte de la guerra y de conducir carros.

Cuando Deyanira vio a Hércules quedó profundamente enamorada de él, además de que lo admiraba por todas las hazañas de las que el héroe había sido protagonista.

Después de cortejar y mostrar su interés por la princesa, Hércules retó al dios Aqueloo en un duelo a muerte.

Aqueloo tenía la capacidad de cambiar su forma y aprovecho la ocasión para convertirse en una serpiente. Sin embargo, el experimentado héroe manejó la situación con facilidad, entonces el dios del río tomó la forma de un musculoso toro al que Hércules mató mostrando una gran habilidad para enfrentar bestias de ese calibre. Hércules había ganado el duelo y se casaría con Deyanira para formar una familia. Parecía que por fin disfrutaría de una vida próspera y llena de paz, aunque el destino le tendría una última sorpresa.

“Ningún hombre vivo podrá matar nunca a Heracles; un enemigo muerto será su ruina”. Profecía de Zeus.

Después de vivir un tiempo junto a su amada esposa en Calidón, Hércules tomó la decisión de cambiarse de residencia y emprender un viaje a otra ciudad.

En su largo viaje a lado de Deyanira, el héroe llegó a la ribera del río Eveno en época de crecida. Las aguas salían violentamente del cauce haciendo imposible el avance de la pareja. Entonces un centauro que se refrescaba con calma en las aguas del Eveno se ofreció a ayudarlos a cruzar a cambio de unas cuantas monedas. Hércules aceptó la oferta y fue a él a quien el centauro de nombre Neso cruzó primero.

Parecía que Neso era un centauro honorable, sin embargo, cuando ayudó a cruzar a Deyanira no la dejó bajar de su lomo pues había sido cautivado por la belleza de la joven. Entonces echó a correr para llevarla a otro lugar y propasarse con ella.

Ante los gritos de desesperación de su esposa, Hércules sacó su arco y pronto disparó una de sus flechas envenenadas que atravesó de forma certera el pecho de Neso.

Mientras Hércules corría hacia Deyanira y el agonizante centauro, éste le hizo un extraño ofrecimiento a la joven. Diciéndole entre murmullos:

“Recoge la sangre que brota de mi herida, tiene un extraño poder que te ayudará a conservar el amor de tu marido. Incluso si éste se enamora de otra volverá hacia ti y recuperarás su amor".

Cuando el centauro quedó sin vida a los pies de Deyanira, la joven princesa tomó un pequeño recipiente y lo colmó de la sangre que brotaba del ser mitológico. Después partió con su marido para seguir con su largo viaje.

Hércules y Deyanira llegaron y se asentaron en Traquis, ahí pasaron un largo tiempo en armonía hasta que Hércules se embarcó en otra aventura donde reunió un gran ejército junto a los arcadios, méllanos y locrios. Con un solo objetivo en mente; tomar Ecalia y vengarse del rey Éurito.

En su pasado Éurito se había negado a conceder la mano de su hija Íole a Hércules después de que este ganara de forma legítima una competición de tiro con arco impuesta por el rey.

Cuando Éurito faltó a su palabra, Hércules decidió retirarse del reino de alguien sin honor, pero tras una serie de confusiones terminó asesinando Ífito; hijo de Éurito, acto que lo llevó a cumplir una segunda penitencia de tres años como esclavo de la reina Ónfale de Lidia.

Ahora se le presentaba una grandiosa oportunidad para tomar Ecalia junto a sus aliados y de paso vengarse de Éurito.

Hércules y sus hombres tomaron Ecalia con facilidad y después de acribillar a Éurito con sus flechas, el vengativo héroe tomó a Íole para enviarla con su esposa Deyanira a Traquis, mientras él se quedaba a preparar un sacrificio de acción de gracias por la toma de Ecalia.

Deyanira se encontraba cómodamente instalada en Traquis, sin embargo, varios rumores sobre las acciones de su esposo la empezaron a inquietar. Y es que se decía que Hércules había tomado Ecalia con la intención de secuestrar a la princesa Íole; mujer de la que había estado profundamente enamorado antes de conocer a Deyanira.

Las sospechas de Deyanira se confirmaron cuando Íole llegó escoltada a Traquis, entonces sintió compasión por la joven, pues el sentimiento de venganza de Hércules había causado la ruina de Ecalia y la muerte de Éurito. Pero también en ella se acuñó un profundo resquemor ya que consideraba intolerable la idea de que Hércules quisiera que ella y Íole vivieran bajo el mismo techo.

Después de ver a Íole, la fiel esposa de Hércules recordó las palabras del centauro Neso y fue en busca del elixir amoroso que le permitiría conservar el afecto y cariño de su esposo. Tejió una túnica nueva para Hércules y la cubrió minuciosamente con la sangre que el centauro le había proporcionado en su lecho de muerte.

Cuando la túnica de Hércules quedó lista, Deyanira se la hizo llegar a Hércules por medio del mensajero Licas, entonces el héroe gustoso del regalo de su esposa se puso la prenda sin sospechar en lo más mínimo. En ese momento una rara y profunda sensación se apoderó de él. Era como si la prenda desprendiera un calor que abrazaba todo su cuerpo, un dolor que era insoportable se apoderó de él, la piel le quemaba y la sangre le hervía. Entonces el héroe se arrojó de cabeza a la corriente más próxima que encontró para aliviar su dolor, pero la sangre de Neso le quemaba todavía más, tanto que hizo hervir las aguas en las que se arrojó, ahora conocidas como las Termópilas.

El ejército de Hércules y la demás gente miraban impotentes y llenos de angustia como un hombre que había logrado tantas hazañas ahora era incapaz de librarse del tormento de Neso.

Parecía mentira que después de las plagas, los tormentos y las innumerables bestias que venció, Hércules era derrotado por el amor de una mujer y la venganza de un ser que ya había muerto. Entonces el héroe comprendió que su fin había llegado, un “no vivo" le quitaba la vida. Con un profundo dolor físico y de espíritu, acomodó unas ramas secas que fue encontrando para formar una pira funeraria, así en lomas alto del monte Eta pidió a Iolao y sus compañeros que se retiraran a una breve distancia no sin antes encender la pira. Pero nadie se atrevía a obedecerle, hasta que un pastor eolio llamado Peante que pasaba por allí ordenó a Filoctetes, su hijo, que hiciera lo que pedía Hércules. En agradecimiento, Hércules legó a Filoctetes su arco y flechas que lo acompañaron en tantas aventuras.

Cuando las llamas comenzaron a morder la pira con bravura, el moribundo héroe extendió su majestuosa piel de león en la plataforma formada en la cima y se acostó sobre ella para esperar pacientemente su muerte. Del cielo cayeron rayos violenta e inmediatamente redujeron la pira junto con el cuerpo de Hércules a cenizas.

En medio de truenos y asombro había desaparecido Hércules, su cuerpo mortal había sido consumido por el fuego y los rayos que envió Zeus. Ahora había abandonado el mundo de los hombres para reunirse con los dioses quienes, por el valor, la fuerza, la generosidad, la inteligencia, la bondad demostrada durante tantos años le concedieron la inmortalidad.

“¿Qué hubiera sido de Hércules sin el león, la hidra, el jabalí y el resto de los peligros? ¿Qué hubiera hecho en ausencia de esos desafíos? Simplemente se hubiera dado la vuelta en la cama para seguir durmiendo. Y al pasar la vida entre el lujo y la comodidad nunca se habría convertido en el poderoso Hércules”.

Epicteto.





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